


Pero la providencia actuó. Lola no estaba preparada, todavía no dilató lo suficiente y nos mandaron a casa. Colocamos un cerco de sillones para evitar la cercanía con niños que la estimularan. Fuimos Pablo, Isabel y yo (el escritor en off) al aeropuerto a por los abuelos. Quienes llegaron a las 12:40. Y Guille, aún, seguía dentro.
Así que pudimos comer en casa con los abuelos y de tarde nos fuimos al hospital otra vez (ya las contracciones habían aumentado en dolor y cadencia). "Van a sacar a Guillermo" decía Pablo, aunque... Guille seguía dentro.

Lola, la pobre, le dijo al doctor "capaz que Dios quiere que sea cesárea". Pero éste le dijo que esperara, confiando que el niño se posicionara (estaba flotando como carlitox). Rompió bolsa, se acentuaron las contracciones y comenzaron a empujar (doctor sobre barriga y Lola con la barriga). En 6 empujones el niño salió. 3kg 620.
"Sanísimo" dijo el neonatólogo. "Creí que íbamos a quirófano" dijo el ginecólogo. "Tengo hambre" dije para aportar algo. Nos llevaron a la habitación, le trajeron a Lola la cena y yo me largué a por mi cena al McDonald. Entonces sentí una sensación extraña.
A las 1:30 de la madrugada por la calle a oscuras, con tipos extraños vestidos de gótico, minifaldas, hombres con ropa de mujer, bajón de azúcar (soy diabético y no había ni merendado ese día), hambre, sin dinero (pero con tarjeta). Esto me producía un cierto temor, pero a la vez estaba con la irradiación interna de quien tiene un hijo. Un contraste muy interesante para vivir.
Y Guille... sigue dentro de esta familia.
1 comentario:
Y todo por ese renacuajo! Pero valió la pena!
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